Le tengo miedo a la sangre. Sí, así en general, con pequeños
hechos en particular. Me entran sudores fríos hasta cuando se habla de ella, y
por supuesto, me mareo. Hoy, me he ido a hacer análisis porque ya tocaba una
revisión médica en condiciones… ¡no sabéis que días más malos he pasado!
Llevo cosa de una semana abrasando la cabeza a mis amigos, a
mi madre y a mi novio con el tema, y hoy estaba nerviosa no, lo siguiente. Lo
he pasado fatal los momentos previos, pero al final me he dado cuenta de que no
ha sido para tanto. Por eso hoy quiero escribir acerca de los miedos y de cómo
podemos afrontarlos.
El miedo es psicológico, eso es obvio. Yo he tenido muchas
malas experiencias con la sangre y hoy pensaba que me iba a pasar lo mismo,
pero no ha sido así, y seguramente la próxima vez que vaya iré un poco más
tranquila. Tampoco es malo sentir miedo, es algo que es parte de nosotros pero
que no debemos dejar que nos controle, porque si no estaremos perdidos.
Todos tenemos miedo a algo, todo el mundo. Sin embargo, hay
personas que saben enfrentarlos y los terminan superando. Esa es la clave:
enfrentarte a ellos. No hay que huir, nunca hay que huir, (salvo que te persiga
un enjambre de abejas). Y es que la única manera de liberarte del miedo es
afrontándolo.
Si buscamos en “San Google” cómo afrontar los miedos,
encontraremos páginas y páginas y todo se resume en: reconocerlos y enfrentarte
a ellos. No hay nada más que pueda escribir aquí, y tampoco soy la más indicada
porque soy una persona miedosa por naturaleza. Sin embargo, sé lo que hay que
hacer, y aunque cueste, voy a por ello. Cuando plantas cara a tus miedos te das
cuenta que igual no era para tanto, o igual sí, pero has podido con ello
igualmente. ¿La recompensa? Un subidón de autoestima y ganas de seguir superándote
a ti mismo/a.
Por eso, os animo a que vayáis a por vuestros miedos, que no
os limite, que no os agobie y mucho menos os derribe. La vida es muy bonita
como para vivir a medias por culpa de nuestros miedos.