Ocho días después del 14 de febrero estoy escribiendo a mi “San
Valentín” personal. Porque como él me dice siempre “te quiero todos los días,
no solo hoy” (cosa que me da mucha rabia porque eso es una excusa para no
comprarnos nada), por eso te escribo hoy, porque te quiero todos los días.
Me gusta verle dormir aunque muchas veces me moleste que se
duerma tan pronto, me gusta que siempre se equivoque al ponerme “gorda” y me
ponga “gords”, me gustan sus buenos días aunque siempre me ponga lo mismo, me
gustan sus ataques de cosquillas, me gustan sus manías, sus rarezas y hasta las
mías cuando estoy con él.
Estamos a cientos de kilómetros y es duro porque
llegamos a estar muy cerca. Una no se acostumbra a despedirse cada domingo de
él. Y es que es una de esas personas de las que no te cansarías nunca. Es el que
me escucha, me aguanta, me aconseja. Es el que me hace reír y también llorar.
Es el que me enseña cosas nuevas, el que hace que me atreva con lo miedosa que
soy. Es mi fuerza cuando yo no la tengo,
es mi suerte cuando creí que la había perdido. Es mi compañero de viajes, mi
amigo, mi amante, mi novio. Es mi San Valentín, porque, aunque no me gusta
darle la razón, desde que le conocí para mí todos los días son 14 de febrero.