Levantarse por la mañana igual que te dormiste por la noche:
desmotivada. No tener ganas de nada porque no crees que nada vaya bien, y mucho
menos que hagas bien. Decisiones erróneas en momentos puntuales hacen mella
ahora, y se te vienen a la cabeza, empeorando aún más la situación. Todo esto
se suma al empeño de las redes sociales en hacer la vida de los demás
maravillosa en comparación con la tuya: todos parecen felices, perfectos, y con
sueños por los que luchar.
Entonces piensas... “yo también tenía sueños”. Sí, tuve
sueños por los que no luché lo suficiente porque hubo personas que me hicieron
creer que sería imposible llegar a ellos. Esos sueños ahora se encuentran
encerrados en algún rincón de mi mente y no tenían pensado salir. Hasta hoy.
Hasta ahora.
He abierto mi blog muchos meses después y solo por
curiosidad. Sin embargo, al leer las pocas publicaciones que hay, además de
letras he podido leer mi alma. Y es que yo, escribía con el alma, le ponía mi
corazón y mis sentimientos a cada palabra porque me parecía una bonita forma de
expresarlos. Yo amaba mi profesión, pensaba que ya no lo hacía, que ese amor
que sentía se había roto como muchos amoríos que había tenido en mi vida. Pero
no. Ahí sigue.
Mi profesión es difícil, pero hacerse un hueco no es imposible.
Yo por lo menos no me voy a cansar de intentarlo. Esta vez no.